“El Padre Almeida” es un clásico entre las leyendas
ecuatorianas, desde que éramos muy chicos veníamos escuchando esta cómica y a
la vez hermosa pieza literaria, que nos trae no solamente un momento de gozo
durante la lectura sino que también nos lleva a valorar el comportamiento del
ser humano.
EL PADRE ALMEIDA
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La leyenda cuenta que hace
algunos años en el monasterio de San Diego vivía un sacerdote que le gustaba
disfrutar de la vida alegre, llena de ritmo, actos que no son normales
dentro del servicio sacerdotal que él llevaba, quién tenía también el
talento de saber tocar la guitarra. En esta historia legendaria estamos
hablando del padre Don Manuel de Almeida, quien a muy temprana edad, a
sus 17 años termina dejando su vida anterior, su pasado, renunciando a todos
sus bienes, su familia con quien él diariamente compartía una vida
normal, luego ingresa al monasterio como novicio para servir a Dios, a los
demás y a los cargos que se le habían asignado para desempeñarse dentro de este
convento como predicador del evangelio, mesero, asistente, hasta llegando
a ser visitador social para los necesitados.
El padre Almeida, quien tenía
el vicio al alcohol y a la buena vida nocturna, le encantaba todas las noches
salir con su guitarra a través de una ventana, y de este modo daba rienda
sueltas a sus vicios, pero para lograr escapar por la ventana él tenía la mala
costumbre de subirse sobre los hombros de la escultura de Cristo. Y según cuenta
la leyenda después de tantas noches de parranda se dice que la escultura de Cristo
cansado del exagerado abuso, cobraba vida y solía preguntarle, “ ¿Hasta cuándo
debo soportar padre Almeida?!” y él respondía a su pregunta sin vacilar “hasta
la vuelta mi Señor”.
Y cada vez que él estaba
afuera del convento, se divertía tomando y guitarreando a sus anchas como a él
le gustaba y regresaba al convento cuando el día ya estaba claro.Pero en una de esas salidas
nocturnas, el destino le jugó una broma, lo que hizo que su ritmo de vida
cambiará totalmente; pues él caminaba borracho por las bohemias calles quiteñas
a altas horas de la madrugada y de repente miró que cerca de él se acercaba un
cortejo fúnebre y todos vestidos de negro… él no dudó en acercarse, abrió el
ataúd y se llevó un tremendo susto al ver que el cuerpo que estaba dentro de la
caja, era el suyo! Tan grande fue el susto que abandonó inmediatamente el
lugar.
Y desde aquella madrugada él nunca volvió hacer de
las suyas… al día siguiente se arrodilló delante de la escultura de Cristo para
prometer que nunca más lo volvería hacer ya que aquella experiencia él la tomó como una advertencia de que si
continuaba a ese ritmo podría acabar muy mal y así también dejó la bebida por
miedo a ser envenenado.
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A continuación propongo un plan de clase para trabajar con los estudiantes de Octavo de Básica.